La imagen de un hombre virtuoso - aún admitiendo que como cualquier mortal, también lo alcanzaban las miserias humanas - es el mejor recuerdo que el periodismo deportivo de la ciudad y la región puede guardar como un tesoro de José María Ortiz. Ayer, “Cacho” dejó el mundo terrenal, pero su paso no fue sin pena ni gloria. Fue - a su modo - un maestro para los jóvenes que empezaron a realizar sus primeros “palotes” en el fascinante mundo del periodismo deportivo. Sus instrumentos: la rectitud, la honestidad - moral y profesional -, la lealtad, el fuerte compromiso con la verdad.
En esa figura más bien pequeña - de baja estatura - y voluminosa era posible encontrar respuestas certeras y francas. Mientras estuvo en los medios - y aún después de tantos años realizando con la misma pasión las crónicas diarias del deporte - se ganó el respeto de todos. Nunca le tembló el pulso. Su pluma fue cual tábano que en forma punzante fijaba posiciones criteriosas, sensatas y sin golpes bajos sobre lo que pasaba en el mundo que le tocó vivir. Hizo uso de lo que se conoce como “una sana y razonable crítica” de los hechos sobre los que escribió.
Unos Juegos Olímpicos fueron su “musa inspiradora” para ingresar al viejo Diario La Calle; su versatilidad no tuvo límites, adaptándose al lenguaje radial. Aquí su figura creció al punto de conducir junto a Miguel Ángel Musto - a quien lo unió una fuerte amistad y respeto mutuo - las clásicas tiras deportivas - tal como ahora se las llama - de “Radioenfoques Deportivos” por LV 16.
Mientras el periodismo discurría en su vida sin límites, su otra pasión - el correo, no el actual, sino aquel clásico de genuino servicio a la comunidad y de fuerte sentido de pertenencia a la sociedad - también lo atrapaba con igual ímpetu. Seguramente el diario ejercicio de teclear en las viejas teletipos le dieron el punto justo para hacerlo en las Lexicon 80 o, ya en las postrimerías de su carrera, de la nueva tecnología de las computadoras.
Tuvo la fortuna de ser uno de los periodistas que parió Diario PUNTAL. Las tardes en la redacción de Deportes discurrían, invariablemente, en su infatigable búsqueda de las noticias; el sano hábito de recorrer - periódica y frenéticamente - las muchas fuentes informativas de las que emanaban los nuevos hechos que narraba con un estilo particular. Esto era, las frases breves, directas, que daban como resultado notas de poca extensión. Cuando esto último sucedía, entonces - ocurrentemente - definía su día de trabajo: “va a salir informadito el diario de mañana…”.
La fortaleza de su espíritu - siempre inquieto, aún en esos fríos días del más crudo invierno que parecían a punto de doblegar su salud - fue el mejor antídoto a la frustración de quizás su máximo sueño: el Mundial de España ’82. Musto había tenido la fortuna de asistir a Alemania ’74 y juntos vivieron Argentina ’78. “Cacho” había contactado a las máximas autoridades españolas y era decisión que también viviera un Mundial fuera del país. Pero intereses extraños le jugaron una mala pasada… Sin embargo, no dejó de ser el mismo idóneo profesional de siempre, pese al artero golpe recibido.
Sus últimos aportes al periodismo los hizo desde lugares tal vez menos “estruendosos”, como el “Nuevo Diario La Calle” o colaboraciones en FM Libre. El estilo, el mismo de siempre, el de toda la vida. Esa que también les permitía a quienes lo rodeaban y empezaban a dar sus primeros pasos en esta profesión, escuchar de sus labios el valor de la amistad, la familia, los hijos, los padres. Siempre en un tono reflexivo invitaba a escucharlo con absoluta atención y respeto.
En los años más difíciles del país - a los que Río Cuarto no estuvo ajeno, ni tampoco algunos trabajadores de prensa - también estuvo al lado de sus compañeros víctimas del terrorismo de Estado. No dudó en visitarlos y darles su palabra de aliento y esperanza mientras estaban encarcelados y hasta posiblemente - unos y otros - desconocían la verdadera magnitud de cuanto sucedía en realidad. No les dio la espalda.
La nueva generación de periodistas deportivos pudo acceder -quizás fugazmente - a conocer quien era “Cacho” Ortiz, pues el Círculo de Periodistas Deportivos de Río Cuarto tomó la sabia decisión de invocar su nombre a uno de los Congresos Provinciales que se llevaron a cabo en la ciudad.
Estas son apenas unas pinceladas sobre la semblanza de un hombre íntegro, un compañero leal, un periodista comprometido firmemente con sus ideas y principios. Hoy nos embarga la tristeza, la congoja, el dolor de su partida. Es parte de la naturaleza humana… Pero queda su legado. Es el que compromete a quienes lo conocieron - y todavía ejercen esta fantástica profesión - a difundir su obra fecunda, perenne… Será el mejor modo de honrar su memoria cada día de nuestras vidas.
Ángel César Ludueña
Periodista Deportivo