Esto no puede seguir. Tener que cronicar –obligadamente- domingo de por medio un hecho de violencia en la Liga Regional es, cuanto menos, desagradable y, fundamentalmente, preocupante.
¿Qué es lo que pasa?, ¿cuáles son los motivos?, ¿cuál es la génesis de esta “epidemia” de violencia de los últimos tiempos en el certamen chacarero?
La agresión de Martín Morales, defensor de Deportivo Río Cuarto, sobre el árbitro Carlos Boccolini, que obligó la suspensión del partido que Atlético San Basilio le ganaba 1-0 al “canario”, vuelve a poner en el tapete la discusión acerca de qué hacer con estos episodios de violencia que, por la cercanía, parecen comunes, ordinarios, de todos los días. Es más, hace algo más de dos meses, la víctima fue Jorge Benítez, en el partido entre Banda Norte-Riveros, donde el defensor gigenense Gerardo Bertorello le aplicó un puntapié, tras recibir la tarjeta roja. Es decir, dos episodios de las mismas características en menos de 60 días. Y a todo esto, un jugador de Santa Paula de Carnerillo sufrió un impacto de una piedra arrojada desde la hinchada de Centro Social, cuando los de Carnerillo le ganaban a los de Las Higueras 2-1.
Demasiado para un período temporal tan acotado. Ante este “rebrote violento”, lo único que surge de las entrañas es que “algo hay que hacer”…y rápido.
Desde la función de comunicadores sociales debemos replantearnos algunas cuestiones en cuanto al tratamiento de ciertos temas (que pueden, sin quererlo, aportar al irraciocinio generalizado), pero la solución no la tienen en poderes los periodistas que van a realizar sólo la cobertura de un partido de fútbol más. La solución, o bien las cuestiones que hacen a arribar a las soluciones, están en el interior del mundo fútbol: en los protagonistas reales.
En algunos casos, habrá que barajar y dar de nuevo. Son ellos, jugadores, cuerpos técnicos, dirigentes de clubes, dirigentes de la Liga Regional, integrantes del Honorable Tribunal de Disciplina, árbitros y colegio de árbitros, lo que tienen, en sus facultades, las herramientas para combatir esto que, a esta altura, es un flagelo: la violencia.
Seguramente que ahora devendrán sanciones duras para el jugador en cuestión, pero va mucho más allá que darle uno, dos y veinticinco años de suspensión al agresor. Es un problema cultural que nos atañe a todos, en una sociedad en la que salir segundo “es ser el mejor de los últimos”.
Por eso hay cosas de base deben ser analizadas y replanteadas. Desde los arbitrajes, las conductas (o inconductas) puntuales de los jugadores, la carga psicológica (hasta un punto enfermiza) que se les inculca a los futbolistas en la semana en los clubes para que el domingo se gane “cueste lo que cueste”, las políticas (u omisiones) dirigenciales de quienes conducen destinos de instituciones deportivas o bien del ente rector; todo debe ser revisado a conciencia. De lo contrario, si persiste esta modalidad de ganar, o no descender, o ser campeón, “cueste lo que cueste”, los hechos de violencia seguirán su curso y a estas líneas se las llevará el viento…
Franco Evaristi – Redacción Al Toque