“…Dale, dale ‘alboooo’, queremos el asceeeensooo, la hinchada está loca…quiere verte campeoooón”…
“…Me parece que el ‘albo’ se va de la B…”
Los hits resonaban en la gélida tarde-noche sabatina. Se hacían oír fuertemente en medio de la humareda de los fuegos de artificio y las bengalas azul y blanca. Puñet y todo Atenas ya había hecho lo suyo…la gente también. Apostados en un rincón, acobijados por el frío propio de sus pagos, el puñado de valientes que recorrió los más de 1540 kilómetros que separan (más de 23 horas de viaje) Comodoro Rivadavia de Río Cuarto constataban personalmente la capacidad del equipo “candidato” del pentagonal. Eso se decía en la previa de Atenas (y también se lo suma a Douglas Haig), que es el aspirante “1” a llevarse el ascenso. Y así lo mostró Huracán en su actitud ante el partido con un respeto exagerado, primero disimulado por el orden estructural y luego a la luz de todos defendiendo con once jugadores en su campo, y el solitario “9” deambulando a treinta metros del área de García. Eso lo generó la trayectoria en los últimos años en el Argentino B, y puntualmente la campaña del Clausura de Atenas. Y no le pesa. Sabe que es candidato, sabe que tiene que ganar de local en estos pentagonales (ya padeció en las dos anteriores definiciones por no hacerse fuerte en su reducto), y salió en pos de esa meta. Con la bandera del orden y la paciencia, no se desesperó cuando el orden estructural de su rival hacía incurrir al “albo” en intentos fallidos de abrir el marcador. Sabía internamente que en algún momento iba a llegar. Pasó el primer tiempo y el cero ganaba terreno en la fría noche del 9 de Julio. Pasaron los primeros momentos del complemento y nada. Pero Atenas seguía igual. Nada de desesperarse, nada de rifar el balón en busca de un salvador cabezazo, o acción de algún héroe. Y estaba en lo cierto. Porque internamente sabía que en algún momento la conexión de sus talentos iba a aflorar para desanudar un juego hasta ahí enmarañado. Y esa conexión llegó de la mano del “ticky…ticky…ticky…golazo”.
De la mano de la filosofía más pulcra del fútbol, Atenas gestó el desnivel. La tocaron cuatro, fueron cinco pases, el último una sutil asistencia de Puñet al marco del indefenso Sciutti, que contempló, cual espectador privilegiado, el gigantesco gol de Atenas.
Después de la obra de arte, el oficio para bajarle la persiana al partido lejos de su arco. Le hizo sentir al muy tibio-temeroso Huracán lo que los rivales sienten cuando pisan el estadio 9 de Julio que, por las estadísticas de los últimos tiempos, es exclusiva tierra ateniense (de los últimos diez partidos ganó nueve y empató uno).
La rubrica y la tranquilidad en el score llegó, otra vez, por obra y gracia de Puñet, tras gran sesión inicial de Vogliotti: 2-0 y festejo alocado en las tribunas. Saben que faltan tres partidos fundamentales para lograr el cometido, pero también saben que tienen, en la idoneidad de plantel competitivo, la materia primera en su momento de plenitud para que ese tan ansiado ascenso llegue en su tercer intento.
Los jugadores, en los vestuarios pos 2-0 ante los sureños, destilaban tranquilidad, mesura y frases de rigor, como debe ser. Los pobladores del tablón se fueron cantando e ilusionados…no es para menos.
Redacción Al Toque