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Ciclismo

07-03-2015 12:01

“Una aventura de la vida”

Así define el ciclista Sergio Rolando a la experiencia realizada en Estados Unidos, donde se reencontró con su profesión luego de tres años de inactividad por las dificultades económicas que se le presentaron en Argentina.

Sergio Rolando se reencontró con el ciclismo profesional en Estados Unidos.

El pedalista olímpico, quien se había retirado en el año 1997, se encontraba alejado de la actividad pero un cambio de vida lo puso nuevamente arriba de una bicicleta y compitiendo en muy buen nivel. En el año 2000 decide ir a probar suerte a Estados Unidos junto a su familia, donde no esperaba correr, ya que fue por cuestiones de la vida.
Luego del retiro, hasta el momento de irse, no recibió ningún respaldo de nadie pese insistir y pedir un apoyo económico en reiteradas ocasiones. Al respecto, dice: “Intenté varias veces hablar con gente vinculada a la política para retomar mi actividad deportiva y es como que golpeaba puertas y no me atendía nadie. En ese momento me resigné y sentí que ya había pasado lo mío, me cansé de que me banquen mis viejos, no les podía sacar más”. 
Con muchas ilusiones, metas por lograr y en su plenitud desde lo deportivo, tuvo que abandonar la actividad con 23 años hasta que años después se encontró con su profesión en Estados Unidos. El hombre fue en busca de cambiar su situación y terminó trabajando en el lugar donde estuvo toda su vida, una bicicletería, a varios kilómetros de la que sabía tener en Adelia María, su pueblo natal, y bastante más grande por cierto, ya que hasta tenía un equipo de ciclismo. Cuenta Rolando que “entré a trabajar ahí por mi currículum, lo había llevado en español, y los dueños habían interpretado que yo había sido campeón olímpico. Entonces estaban re contentos”.
Casi un lugar perfecto, para el que pasó gran parte de su vida trabajando de eso, desarrollando esa profesión y hasta pudo retomar su actividad deportiva en el equipo de la bicicletería en la que trabajaba. “No llevé bicicleta ni nada cuando fui, a lo mejor fue un regalo de Dios, de decir te doy los últimos años de deporte acá en Estados Unidos para que corras y te saques las ganas, yo lo tomé así”, recuerda.
Al tiempo de irse se encontró ya instalado y organizado en New York, rodeado de las mejores bicicletas del mundo, donde se sumó al equipo de ciclismo con la idea de competir. Luego, en 2003, Rolando mantuvo un muy buen nivel ganando carreras importantes y en relación a ese momento cuenta que ha sido entrevistado por medios importantes de allá y ha salido en diarios reconocidos. “Poder ganar cosas importantes me hacía feliz porque hacíamos muchos sacrificios, entrenábamos y trabajábamos”, remarca el adeliamariense.

Un día del campeón en Estados Unidos
Cuenta Rolando que “allá nos levantábamos 5:30 para salir a entrenar a las 6:00. Salía de mi casa y tenía una hora de viaje en bicicleta hasta llegar a New Jersey, donde me encontraba con mis compañeros de equipo y entrenábamos hasta las 10:30, que era la hora a la que entrábamos a trabajar. Del trabajo salíamos a las 19, ahí dábamos unas vueltas al Central Park y luego hacía 15 kilómetros más hasta llegar a mi casa”. A lo que agrega: “Con esfuerzo y sacrificio uno puede lograr metas importantes. Nosotros íbamos a grandes competencias y nos iba muy bien, además teníamos una buena preparación física, buena medicina, corríamos en el primer mundo, teníamos de todo. Ahí es cuando dije 'porque no me vine cuando era más joven acá'. Iba a tener otras posibilidades”.
“Lo bueno no dura para siempre”, es la frase que utilizó a la hora de hablar de su regreso a la Argentina en 2005. Lo sintió como el fin de una etapa, recuerda que vivir allá tiene sus cosas a favor y también sus contras, ya que él se encontraba muy cómodo y ya instalado pero siempre anhelaba volver a su país, sus cosas, su gente. “Allá estaba como ilegal, no podía salir del país. Es otra cultura, no era fácil, todo te va desgastando psicológicamente y en un momento dije, ‘me vuelvo a mi país y sigo mi vida allá’, ya que no iba a ser más de lo que había sido”, explica.
Recuerda lo complicado que era el invierno estadounidense, debían entrenar en el mes de enero con temperaturas que llegaban a los -15 o -20 grados centígrados. Sobre el tema, Rolando relata una anécdota: “Mis amigos me decían que cuando salga a entrenar la caramañola de agua se iba a congelar en una hora. Yo pensé que me decían en joda, no lo podía creer, pero era así, no se podía andar más de una hora y media que te descompensabas, y eso que teníamos el mejor equipamiento. Esa era la única forma de poder andar bien luego en las competencias”.


Nota y foto: José González

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