Por José González
Se puede ganar perdiendo. Alianza de Coronel Moldes lo logró, estuvo más que a la altura de la circunstancia y puso contra las cuerdas a Independiente, supo ser protagonista en la adversidad y mostró un carácter a la altura de los grandes. Estuvo a minutos de la hazaña y logró escribir su capítulo en la historia, algo tan difícil para un club del interior.
“Porque a Alianza lo quiero…” era el cantito de los eufóricos, donde acompañaban desde los jóvenes flameando las banderas tricolores hasta los más grandes haciendo palmas, parecía ser la manera de matar la ansiedad previa al ingreso al estadio mundialista.
Este club de laburantes tuvo, tal vez, su trabajo más difícil pero mostro carácter y humildad y mantuvo en silencio al diablo durante 87 minutos. Alcanzó su gloria, superó sus límites, se consagró en el místico estadio Mario Alberto Kempes, dejó el sudor allí pero, dejó mucho más que eso, dejó grabado en la mente de todos los moldenses un acontecimiento único e inigualable, como fue su gran presentación en la noche del 26 de Abril, fecha que pocos olvidaran.
El primer desahogo llegó en el comienzo del primer tiempo cuando el sueño del gol se hizo realidad en la pierna zurda de Reynoso. La gente de Alianza, cada uno en su lugar, en la cancha o en cualquier rincón de Córdoba frente al televisor, habrá gritado el gol abrazándose al amigo más cercano. Esos abrazos mirando al cielo, esas lágrimas que se escapan de los ojos y no se pueden evitar, son un símbolo de lo que este equipo amateur estaba logrando. Sin dudas era lo que soñó todo hincha desde aquel 10 de febrero cuando se conoció que el rival era Independiente de Avellaneda.
“No lo puedo creer” era la frase que la gente más repetía, tanto en el asombro de los aficionados de Independiente al verse abajo en el marcador como en la ilusión y sorpresa de los simpatizantes del equipo tricolor, sin dudas que era de no creer, David vencía a Goliat y este deporte tiene eso, la incertidumbre, la sorpresa, lo impredecible que solo entienden aquellos a los que le corre fútbol por las venas.
Muchos lo entienden de otra manera, o tal vez no lo entienden, pero acá, donde juegan los nuestros, se trabaja y se juega al fútbol, eso no nos hace ser menos, lo demostraron estos muchachos escribiendo su historia en el lugar soñado, junto a su gente y enfrentando a uno de los clubes más ganadores del mundo, parecía soñado.
El sabor agridulce quedará por mucho tiempo pero eso se explica en el no conformarse con la cita, en no ir solo a hacer un papel digno, este equipo mostró tener ambición de cosas importantes. Esa pelota perdida, el dolor de ese cabezazo que llegó como una apuñalada al corazón y decretó el empate, lejos estuvo de arruinar la fiesta.
En la definición final no pudo ser, encontró menos acierto que su rival y no se pudo quedar con lo que hubiese sido el moño de la fiesta. Pero nadie le quitará lo bailado a este club que con menos de una década de vida, tuvo su día soñado.
Entre lágrimas los gladiadores de retiraron de la cancha, luego de recibir las felicitaciones de los jugadores de Independiente. La gente no fue menos, se caía la platea de Alianza cuando los jugadores se acercaron a saludar, parecían abrazarse, a pesar de la distancia que los separaba. La gente del rojo también le dio su reconocimiento en un homogéneo aplauso de pie a estos jugadores.
La nota la dio Germán Montoya que se acercó a los simpatizantes del tricolor y los aplaudió con los brazos en alto, el cordobés también le rindió su homenaje a esta gente, que se lo reconoció con un aplauso también de pie, en muestra de respeto mutuo.
El reconocimiento también se extendió a los medios nacionales y a las voces más importantes del periodismo nacional que también le reconocieron la entrega a este equipo. Coronel Moldes explotó de alegría, hubo caravana por la ciudad y hoy le rindieron homenaje a jugadores y dirigentes en la sede del club, porque ya nada será lo mismo para esta esta institución.
Texto: José González
Foto: Al Toque