Por Ángel César Ludueña*
Luego de la emotiva y vibrante clasificación de Los Pumas a las semifinales de la VIII Copa “William Webb Ellis” de rugby, en Inglaterra, al vencer a Irlanda por 43 a 20, quedó plasmada –en rigor, con el triunfo posterior de Australia sobre Escocia-, la enorme supremacía del Hemisferio Sur sobre su par, del Norte. El legado que dejó el creador de este deporte –Ellis, clérigo de la Iglesia Anglicana, en 1823, nacido el 24 de noviembre de 1806 en la ciudad inglesa de Salford y fallecido el 24 de enero de 1872, en la pequeña ciudad francesa de Mentón-, tiene su expresión más poderosa en el segmento geográfico –en el particular universo de la ovalada- ajeno a este creador, de lo que tuvo en las islas británicas, donde nació.
En el fútbol es común –entre otros tantos preceptos populares, basados en análisis empíricos- que se sostenga que en Europa se consagran los seleccionados de ese continente y en América, los que pertenecen a ésta. Claro que desde 1930 –primera edición de tan afamada cita mundialista- las únicas excepciones fueron Brasil en Suecia 1958 y Alemania en Brasil 2014. Por el contrario, un similar axioma, aplicado al rugby, hasta ahora muestra al mundo que la supremacía del Hemisferio Sur –particular acepción de distinguir dos espacios geográficos- es elocuente, respecto del Norte.
Continuando con esta línea argumental discursiva de tipo empírica, se puede afirmar que la Argentina –que por segunda vez estará entre los cuatro mejores seleccionados en una cita mundialista-, es afortunada de pertenecer al Sur. En la actual Copa que se disputa en Gran Bretaña, los representantes de esta parte del mundo, accedieron en su totalidad a los tramos definitorios por el título. Por primera vez, no habrá ningún representante del sector Norte.
En las tres primeras ediciones -1987, 1991 y 1995-, ambos segmentos estuvieron representados en partes iguales: 50% cada uno. En 1999, el Sur ocupó el 75% de las plazas –Australia, Sudáfrica y Nueva Zelanda-; el 25% restante, lo representó Francia. En el actual milenio, en 2003, se repitió lo de las tres primeras citas: 50% cada parte, consagrándose por primera vez fuera de su continente –en Australia-, un combinado del Norte: Inglaterra.
En 2007 –la primera actuación rutilante de Los Pumas-, otra vez se repartieron en partes iguales los cuatro cupos: al equipo nacional se sumó Sudáfrica, mientras que el Norte estuvo representado por Inglaterra y Francia. Cuatro años más tarde, en dominios de los “All Blacks”, se repitió la misma y equitativa distribución: por el Sur, Australia y los locales, y por el Norte, Francia y Gales.
Ahora, en 2015, la supremacía del Sur es absoluta. Los cuatro semifinalistas llegaron desde este hemisferio, entre ellos, también, Los Pumas. Nueva Zelanda, Sudáfrica y Australia, completan tan destacado cuadro. Ah! Y nada menos que en el Hemisferio Norte y en el país donde nació este deporte. El anfitrión ni siquiera pudo sortear la etapa clasificatoria.
Lo primero que se me ocurre apuntar es que a la popular frase acuñada por los argentinos que “Dios es argentino” –ahora potenciado con el papado de Francisco-, se podría añadir que protege al rugby del Hemisferio Sur, “Pumas” incluidos. Al menos, en esta edición de la Copa “William Webb Ellis”. Pero en otro audaz paso sin rigurosidad científica, se puede afirmar que el Sur “existe” y cada vez eleva un poco más su poder sobre el Norte.
Es interesante, también, repasar lo que caracteriza y distingue a cada segmento. Los países del Norte desde 1871 fueron desarrollando –con las interrupciones de las Guerras Mundiales- una competencia entre los seleccionados más prestigiosos. En el Sur, comenzó sobre finales del siglo siguiente: en 1996.
En el primer caso, Inglaterra y Escocia abrieron el camino, entre ellos. Quizás respondiendo al legado de Ellis, las islas británicas –entendidas en un todo como un territorio insular, separado del continente propiamente dicho-, continuaron con el propósito de afianzar esa competencia entre los estados allí ubicados. Esto es, Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda, desde 1882. Un tercer período se inició en 1910, cuando se incorporó el primer país continental: Francia. Desde entonces y hasta 2000 –cuando se sumó Italia-, el “Cinco Naciones” adquirió una fama que excedió sus propias fronteras, ahora, como “Seis Naciones”.
El Sur, por el contrario, su desarrollo empezó en 1991 con el “Tres Naciones” animado por Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica –este último luego de que terminara la sanción por el “Apartheid”. En 2012, se sumó la Argentina. Algo más, hasta 1987, cuando se disputó el primer Mundial en Nueva Zelanda y Australia –consagrando a los “All Blacks”- sólo era posible establecer comparaciones a través de los test-matches, un método poco consistente al no disponer un calendario homogéneo, como sí lo tiene un Mundial. Algo resultaba indiscutible: los seleccionados “extracontinentales” y los galos –en forma discontinua- y los “Wallabies” y neocelandeses, eran definidos potencias. La calidad de los “Springboks” no estaba en discusión, aún cuando estaba fuera del circuito competitivo de elite, por las cuestiones apuntadas.
Entonces, si las citas mundialistas son idóneas para establecer un ordenamiento entre las naciones y los torneos “Seis Naciones” en territorio europeo y “Cuatro Naciones”, en el Sur, también, no cabe dudas que este último hemisferio es el que más rápidamente se desarrolló en el tiempo. De esta región sus representantes ganaron seis de los cinco mundiales disputados hasta hoy. Afortunadamente el rugby criollo pertenece a este último espacio. Por eso no es aventurado estimar que este deporte, en la Argentina, tiene un futuro auspicioso en el concierto de las naciones.
* Periodista