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Deportes - Literatura

05-05-2020

Pelota, paredón y después

*Por Agustín Hurtado

Decimoquinta entrega de las historias y pensamientos de Mardones: la pelota vasca.

Aprovechando un agradable domingo de invierno, Mardones decidió acomodarse en el sofá para disfrutar de la luz del sol que entraba por la ventana y hacer una lectura liviana. Buscó una novela vieja, que hacía un tiempo que no leía y se fue a sentar muy contento. Apenas empezó a leer, de entre las páginas de la novela, cayeron algunas fotos. Al observarlas, se dio cuenta que eran de su época en el secundario, tiempos en los que las fotos no se imprimían, sino que se revelaban y las cámaras analógicas todavía superaban a las digitales.

 

Al ver las caras reconoció a todos los rostros del tercer año A del colegio I.P.E.M 203 Juan Bautista Dichiara. La foto era del 2002, en el viejo edificio de la calle Santiago del Estero al 900. De fondo, se veía el paredón de uno de los patios chicos, ese que separaba el cuerpo de aulas del sector destinado a las clases de gimnasia. Esa pared fue la que más nostalgia le trajo a Mardones, ya que fue testigo de incontables partidos de frontón.

 

El paredón era alto y extenso, dividido en tres partes iguales, lo que permitía el desarrollo de varios partidos a la vez. Llevar adelante la actividad no requería de mucho, una pelota de dimensiones pequeñas que picara bien y punto. Enseguida se armaban las parejas y los diez o quince minutos que duraba el recreo se la pasaban dándole a la pelotita a mano limpia contra el paredón. Ni los docentes ni los preceptores se quejaban, era preferible que los chicos quemaran algo de adrenalina en ese tipo de diversiones y al no haber contacto como en el fútbol, se evitaban problemas. Cada tanto sí, se producía algún porrazo que terminaba con una camisa blanca manchada y articulaciones raspadas.  

 

El primer dato que descubrió Mardones es que él y sus compañeros hacían una mixtura entre la pelota vasca y la pelota valenciana. Deportes similares entre sí, originarios del noreste de España. Forman parte de la gran gama de disciplinas denominadas habitualmente “de pelota”, que se juegan desde hace muchos siglos y sirvieron de antecedentes para muchos otros.

 

Las principales diferencias entre la pelota valenciana y la vasca, es que en la primera, no se utilizan herramientas para golpear la pelota, es solo con las manos, mientras que en la segunda, se usan distintos materiales como paleta, xare, cesta punta y raqueta. La otra tiene que ver con la disposición de los equipos. En la modalidad valenciana, los equipos se disponen enfrentados y separados por una red (tiene alguna semejanza con el pádel, sobre todo por el uso de las paredes). En la vasca, los equipos comparten la cancha.

 

La pelota vasca fue la que pegó más en Argentina, sirviendo de antecedente a la pelota a paleta que se juega en muchos clubes del país. En el actual territorio albiceleste, se práctica desde antes de la independencia y mandatarios tan distintos como Juan Manuel de Rosas y Domingo Faustino Sarmiento inauguraron canchas de pelota. En un principio estuvo relacionado a las apuestas.

 

La evolución del deporte en Argentina fue rápida e importante. Los pelotaris nacionales tienen un gran nivel y su aporte de medallas en cada edición de los Juegos Panamericanos es siempre muy destacado. De hecho, en las olimpiadas en las que se incluyó a la pelota dentro del programa, como exhibición, las actuaciones albicelestes fueron muy buenas. En la tabla histórica de los mundiales se ubica tercero, detrás de los animadores tradicionales España y Francia.

 

Una de las historias de la pelota, que se volvió leyenda en el deporte argentino es la de Oscar Messina (1930 - 2005), alias "el manco de Teodelina". Forjo su mito a lo largo de todo el país ganando torneos en cuanto club que se encontraba en el camino, aunque nunca pudo acostumbrarse al profesionalismo, siempre prefirió la informalidad de los boliches y las apuestas. El único detalle, es que no era verdaderamente manco, sino que una quebradura mal curada en el brazo izquierdo, le generó un sobrehueso que le daba un aspecto extraño.   

 

Las reglas básicas del juego tienen que ver con hacer rebotar la pelota contra la pared para complicar al rival y no dejarla picar dos veces en el suelo antes de impactarla. Después, hay una gran variedad de categorías, que se dividen de acuerdo al tamaño del frontón (la cancha), la altura del muro, el material de la pelota y la herramienta con la que se golpea.

 

Sería difícil saber cual de todas las modalidades hacían Mardones y los suyos contra el paredón del patio del colegio Dichiara. Pero recordando la intensidad que generaban aquellos partidos, no pudo evitar sentir la comezón del recuerdo de una rodilla raspada en aquellas mañanas del 2002.

 

Foto de la entrada al Ex Colegio Dichiara por calle Santiago del Estero (Fotografía de Virgina Amedey). Cedida por la Asociación Civil La Huella.

 

Te pueden interesar: Las anteriores entregas

 

I - Las tribulaciones de Mardones

II - Mundo ovalado

III - Boxeando con Cortázar

IV - Morder el polvo

V - Filípides lo puso de moda

VI - Escribir sus propias reglas

VII - Una chantada

VIII - El deporte nacional

IX - Football o fútbol

X - Juegos y juguetes

XI - El Sueño Americano

XII: Un agujero en la tierra

XIII: El extraño deporte de las escobas

XIV: El gran simulacro

 

* Periodista