Por Agustín Hurtado
Mientras jugaba con sus sobrinos, Mardones notó que una de ellas se quedó extrañada al descubrir la cicatriz que él tenía sobre la ceja derecha. Él respondió que se trataba de un golpe que se pegó cuando era chico, pero eso no terminó de colmar la curiosidad de la niña, por lo que tuvo que relatar la anécdota completa.
Todos los sábados a la tarde, los amigos de Mardones se juntaban a jugar al fútbol en una plaza que estaba a una cuadra de su casa. Él no era un habitué de esas juntadas, pero cada tanto se daba una vuelta. Tomaba un poco de aire y se libraba de los reproches que le hacía su madre por estar encerrado "un sábado a la tarde".
La plaza estaba en una esquina y lindaba con los edificios de una empresa acopiadora de granos. No era muy grande, pero su principal cualidad era la medianera que compartía con un galpón, la que era ideal para patear. Por ser bastante alta, brindaba la posibilidad de darle potencia al envío y que la pelota no se fuera a la calle. Sobre esa pared se armaba el arco y se jugaba a cosas como el "25" o el "metegol" (centenials abstenerse).
El inconveniente era el otro tapial, el que estaba en uno de los laterales, porque se corría el riesgo de que el balón pasara hacia el otro lado. Quiso el azar, que justo una de las pocas tardes en las que Mardones andaba por ahí, la pelota saliera disparada por sobre esa tapia.
Como era sábado, los terrenos de la acopiadora estaban vacíos. La única chance para dar con el fútbol era pasar por encima del tapial. Después de probar distintas opciones, uno de ellos propuso hacer como en los Juegos Olímpicos y saltar el obstáculo utilizando como impulso una especie de garrocha. El primero que probó fue Pablo, que se trajo un palo de escoba de su casa que quedaba a unas cuadras. Naturalmente que la idea no resultó, pero para desgracia de Mardones, a sus amigos se les ocurrió culpar a los kilos de más que tenía Pablito. Utilizando los vagos conocimientos de física que tenían, dedujeron que alguien más liviano podría cumplir con el objetivo. Fue allí que divisaron la escuálida fisonomía de Mardones.
No falta detallar mucho para decir que entre la decisión de que fuera Mardones el que saltara y su herida en la ceja, pasaron tres intentos. Sus escasas habilidades motrices y la falta de técnica se conjugaron para que el bueno de Manuel terminara el sábado en la guardia, esperando para que le suturaran el corte que se había hecho.
El problema de los amigos de Mardones fue que subestimaron un poco lo que implica el salto con garrocha. No se trata simplemente de correr como un loco, clavar la vara en cualquier lado y por arte de magia estar del otro lado del obstáculo. La técnica cambió mucho a lo largo de los años.
En un primer momento, el salto con garrocha se utilizaba no sólo para ganar altura, sino también distancia. Por ejemplo para superar zanjas o no embarrarse los pies al cruzar un terreno resbaladizo. Sería algo así como utilizar el paragua cerrado para darse impulso y evitar los charcos de las calles en medio de un diluvio.
En las primeras pruebas competitivas se trepaba la garrocha para ganar altura. Esta técnica, llamada de "péndulo", fue prohibida por los accidentes que se producían. La gente quedaba haciendo equilibrio en el aire abrazada a un palo y se precipitaba desde las alturas sin demasiada protección. Así fue que nació una nueva manera de saltar, llamada el "columpio" y fue evolucionando hasta la que se usa actualmente.
Otra cosa que evolucionó mucho fue el material de la garrocha. Las primeras eran de maderas rígidas, por lo que no permitían aprovechar toda la propulsión que genera el saltador en la carrera. Estas fueron reemplazadas por el bambú, mucho más flexible. Al curvarse, la fuerza que trae el atleta en su carrera no queda solo en la base sino que se traslada y le da un nuevo impulso. El único problema de la madera de las plantas que comen los pandas, era su fragilidad. Allí fue que aparecieron elementos como la fibra de vidrio o de carbono. Al ser más livianos permitió aumentar la altura de las pértigas, sin hacerlas más pesadas, lo que otorga una ventaja a la hora de tomar velocidad en la carrera.
Esta especialidad tiene una gran influencia de la física. Por ejemplo, la velocidad de la carrera es clave, ya que esa energía cinética generada se va a convertir en potencial al clavar la garrocha y va a determinar en gran parte la altura que se pueda alcanzar. Cada fase del proceso es estudiado con mucha meticulosidad, porque cualquier variación puede hacer que el salto no sea bueno o incluso termine en un accidente. La cantidad de pasos, la velocidad, la posición de los brazos a la hora de incrustar la pértiga en el suelo y la técnica de elevación son analizados en cámara lenta por los atletas y sus entrenadores para progresar.
Al interesarse sobre el salto con garrocha, Mardones descubrió varios de los motivos por los cuales terminó con la ceja cortada aquella tarde de su infancia. Lejos estaban él y sus compañeros de la infancia de saber qué era eso de energía cinética y potencial. Cabe aclarar que en esa época en Río Cuarto había pocos celulares y el wi-fi era de ciencia ficción. No hubo manera de buscar un poco más de información sobre lo imposible que sería que uno de ellos, usando solo un palo de escoba, pudiera saltar el tapial sin acabar estrellado.
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I - Las tribulaciones de Mardones
II - Mundo ovalado
III - Boxeando con Cortázar
IV - Morder el polvo
VI - Escribir sus propias reglas
VII - Una chantada
VIII - El deporte nacional
IX - Football o fútbol
XI - El Sueño Americano
XIII: El extraño deporte de las escobas
XIV: El gran simulacro
XVI: El handball es uruguayo, "gurí"
XVII: Cuestión de estilos
*Periodista.