Por Agustín Hurtado
La mayoría de les riocuartenses que cursó su adolescencia entre finales del siglo XX y principios del XXI pasó por el "tontódromo". En esa época, en la manzana que forman las calles Constitución, Buenos Aires, Alvear y San Martín, con la Catedral como símbolo edilicio, se juntaban una gran cantidad de estudiantes de colegios secundarios. Fue una especie de actualización de "la vuelta del perro" que se realizaba alrededor de la plaza central.
Les frentistas, en su mayoría comerciantes, se quejaban de que les púberes se sentaban en las vidrieras y molestaban a los clientes. Algunos dicen que para evitar que los corrieran, los chicos decidieron no quedarse parados y empezar a dar vueltas a la manzana. Mardones, que en ocasiones participó de esa actividad, no tiene tan claro que la decisión de circular haya sido una ocurrencia para que no los echaran.
Recordando aquella época, a Mardones se le vino a la mente la discusión que se desató en el aula, cuando a un profesor suyo se le ocurrió comparar al tontódromo con el hipódromo. "Parecen los caballos dando vuelta como bobos", dijo el docente y uno de los alumnos le salió al cruce para defender a los equinos de tamaña metáfora.
Más allá de que la comparación de su profesor fue algo desafortunada, porque los que saben de caballos dicen que una de las cosas que más destacan de ellos es su inteligencia, a Mardones le picó el bicho de la curiosidad por descubrir un poco más sobre el turf.
Cómo profesor de historia, Manuel Ernesto tiene una idea del lugar que ocupó el caballo en distintas civilizaciones. Domesticado, fue utilizado para muchas tareas. Incluso ocupa un sitio muy importante en varios de los sistemas de creencias que existen en el planeta. Homero le dio un papel crucial en su Ilíada, siendo el símbolo de los troyanos y a la postre su perdición.
Entre muchas de las actividades en las que los caballos eran protagonistas estaban las carreras. El origen del turf moderno está casi en el inicio de las distintas civilizaciones.
Las normas y los reglamentos se fueron puliendo con el correr del tiempo. También fueron apareciendo las apuestas. Los ingleses se adjudican el haber convertido las carreras de caballo en el turf propiamente dicho. Fueron los migrantes de aquellas tierras los que potenciaron la actividad en Argentina.
En el Río de la Plata había carreras de caballo, las llamadas cuadreras, muy populares entre los gauchos y peones. Pero fue con la llegada de los británicos la actividad se fue organizando. Entrado el siglo XIX, los representantes de la "Unión Jack" ya se habían instalado como ganaderos importantes en el territorio argentino. Uno de ellos, John Miller, fundó en 1825 el Buenos Aires Racing Club, la primera institución que se dedicó al turf por estos lares. Unos años después comenzaron a construirse hipódromos en las ciudades más importantes.
Esa especie de profesionalización empezó a distanciar la actividad de las cuadreras que se hacían en zonas rurales. Les principales ganaderos trajeron purasangres de Europa y comenzó la cría de caballos de carrera. No cualquiera podía competir en los hipódromos. Había que poder contar con ese tipo de animales.
Así, el turf se fue conformando en una disciplina de los grupos de mayores recursos. Tener un caballo de carreras de este tipo se fue convirtiendo un símbolo de pertenencia a un determinado sector.
El año clave para entender lo que el turf implica en Argentina es 1882. Carlos Pellegrini fundó el Jockey Club de Buenos Aires, junto con un grupo de amigos hacendados. En esa época era senador y unos años después llegaría a ser presidente (1890-1892). La institución se convirtió en uno de los símbolos para las familias patricias y ser miembro era un anhelo de todo aquel que pretendiera tener influencia en la política del país.
Para finales del siglo XIX, en Argentina ya estaba clara la división. Los clubes y los hipódromos iban por un lado y la actividad informal por otro. El turf era para las clases altas y las cuadreras para las clases bajas.
Si bien ha perdido un poco su impulso, el turf sigue representando ese lugar distintivo. No por nada, el diario La Nación continúa siendo el medio que más visibilidad le da. Su pertenencia de clase no se ha puesto en discusión. Se puede acceder al hipódromo a apostar, pero se necesitan credenciales simbólicas y materiales para formar parte del turf.
Mardones se puso a pensar que, en algún punto, el "tontódromo" no era muy diferente. Recordó que en su imaginario de adolescente el lugar se convertía en una especie de gran escenario en el que convivía una mixtura de chicos de los distintos sectores sociales de la ciudad. Pero mirado desde el presente, en realidad, allí estaban los estudiantes de los colegios secundarios del centro. Sólo ellos podían acceder a ese lugar.
Esa zona de la ciudad estuvo y está vedada para aquellos chicos que viven en la periferia de la ciudad. Además, rememoró Mardones, los que lograban acceder, debían soportar la mirada por sobre el hombro de los que verdaderamente "pertenecían" a ese lugar de la ciudad. Al igual que en el hipódromo, podían tener la suerte de ingresar, pero eso no les daba el derecho de pertenecer.
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I - Las tribulaciones de Mardones
II - Mundo ovalado
III - Boxeando con Cortázar
IV - Morder el polvo
VI - Escribir sus propias reglas
VII - Una chantada
VIII - El deporte nacional
IX - Football o fútbol
XI - El Sueño Americano
XIII: El extraño deporte de las escobas
XIV: El gran simulacro
XVI: El handball es uruguayo, "gurí"
XVII: Cuestión de estilos
XVIII: Salto con escoba
*Periodista